miércoles, 28 de febrero de 2007

Tempus irreparabile fugit



"...this is for lovers running away..."
(De fondo: For Lovers - Pete Doherty & Wolfman)

miércoles, 21 de febrero de 2007

Just me


Prefigurarse.
Mirarse sin mirar.


Pensar que el desplazamiento es necesario.


Sólo me queda el cuerpo que se vuelve también mudo de sí.

Se derrumba en el horizonte cada pedazo de tu piel.

Porque allí descubro todo lo que he perdido.

En tu piel que es la geografía perfecta donde renazco.

Y todo reaparece, se resignifica.



Y tiene el sabor del peligro...

ese peligro perfecto de sentirse vivo.

sábado, 17 de febrero de 2007

De stereotipia


Hay ciertos procesos estereotipadores que terminan influyendo en nuestras vidas con una fuerza innegable, perturbadora pero reversible. Lo veo en varias mujeres; algunas de mi edad, otras que están en esa franja, al parecer odiosa y riesgosa, de los `30 y pico. Y noto que aquellas que no han sabido hacerse una vocación esperan en ese concepto burgués de familia, la salvación a su identidad perdida.
Y este es el problema: que en el proyecto ideológico de familia tipo, de mujer modelo, de hombre modelo, se anulan quizás las pretensiones básicas del ser humano: la felicidad y la autonomía. Se cree que se es feliz porque se está dentro de los parámetros de la supuesta normalidad. Mi madre me decía el otro día: ¿Qué más puede querer una madre que ver a su hija instalada, con su familia y sus hijos?. A lo que yo respondí en una hipérbole por demás hiperbólica: ¿Mi felicidad quizás? Mi felicidad que no depende de un matrimonio sino de mi libertad. Mi madre largó rápidamente el ya famoso: Vos... porque sos un bicho raro. Y puede ser. Pero también sé que ciertas configuraciones culturales le impiden a esas ciertas mujeres disfrutar de su autoconocimiento, de su praxis cotidiana como seres humanos. Y el tema de los hijos es central. ¿Cuándo tenerlos?- Antes de los treinta; cuando deberían preguntarse: ¿Por qué tenerlos? ¿Para qué tenerlos?
Muchas mujeres sólo desean tener alguna pareja para concretar el sueño del hijo antes de los cuarenta, y creen que eso es amor y estar enamorada. Frente a estas disposiciones culturales, muchas mujeres no pueden hacer más que vivir en una especie de ansiedad existencial, angustiante y triste. Buscan cualquier tipo de hombre; es decir, el hombre capaz de sustentar, ese estereotipo del macho argento que con su sola presencia garantiza la posibilidad de esas buenas normas respetadas. El viernes, viendo unas fotos, nos pusimos a analizar, muy althusserianamente, con un amigo, estas bajadas ideológicas que aparecen por todos lados: te entran por los poros marketineramente, en las publicidades, en los discursos, en las paroles institucionales. Y en esas fotos me di cuenta de muchas cosas. Todas reproducen los roles conservadores de la idealidad del noviazgo como debe ser. Todas reproducen la imagen femenina de la mujer tipo ama de casa, dependiente del marido. Todas actualizan el sentido del hombre proveedor. Vale aclarar que las fotos, para colmo, son de un viaje al santuario de una virgen. No me pregunten cuál de todas ellas porque no lo recuerdo y es un dato que jamás almacenaría en mi memoria. Pero me sirve a los efectos de ejemplificar lo que intento explicar. En fin, creo que todos esos estereotipos terminan por anular las libertades individuales, agotan esos proyectos personales y provocan conformismos. Reproduzco al respecto una nota de Alejandro Rozichtner que me parece que ofrece un buen punto acerca de cómo puede entenderse el amor en estos tiempos.
"Voy a intentar responder a estas tres preguntas: ¿Por qué “son tiempos difíciles para el romanticismo”? ¿Cómo es el “nuevo romanticismo”? ¿Es un cambio masculino, el que debe tener lugar?
Hay un romanticismo clásico, al que podríamos llamar un romanticismo del sueño o ideal, que borra la realidad y la reemplaza por un mundo de fantasía. Solía aparecer en la imaginación de una mujer que estaba aislada del mundo, y que en su infantilización se volvía deseosa de un padre salvador. Era una situación en donde el amor entre hombre y mujer tenía que salvar a sus participantes de los problemas de vivir, un amor de inmaduros que se sentían abrumados por la existencia, huérfanos perdidos que padecían hasta encontrarse. Ese es también un tipo de romanticismo que se opone al cuerpo (me querés a mí o querés mi cuerpo), que se identifica con un espíritu insustancial, un romanticismo por lo general triste y aburrido, melodramático, sólo intenso en su forma de espejismo, es decir, en la imposibilidad de ser concretado. Era un romanticismo solitario, fracasado, depresivo, solitario, narcisista, falso. Bombones y flores, un gran amor en el que la mujer es un objeto precioso y no puede casi moverse si no quiere poner en riesgo su posición de vacío hermoso y delicado.
¿El hombre? Sostén y proveedor, dureza, seguridad, garantía, un papá que cuida, un caballero que se ofrece.
Pero hay un romanticismo distinto, nuevo, que tiene que ver con creer en el amor de una forma más plena y real. No hay oposición entre espíritu y cuerpo, este romanticismo se basa en la aventura, en el riesgo asumido, en dar la batalla por ese amor que pide entrega pero no pide renuncia. Es un romanticismo que dice: quiero vivir de la manera más plena posible, quiero más, mejor, quiero tenerte para disfrutar con vos, que tu presencia me desafíe a crecer. Quiero tu alma y tu cuerpo, tu alma que está en tu cuerpo, en tu piel, en la sensualidad de nuestro encuentro.
Este romanticismo no produce encuentros de sueño, da lugar más bien a historias de acercamiento, confianza, crecimiento y disfrute. Sucede en el mundo, como una forma de amor por la realidad compartida y no como negación de esta.Es un romanticismo que desafía a quienes lo viven. El desafío no está encarnado en el otro, el desafío está presente ya en el deseo de cada uno. El romántico es el que se hace cargo de lo quiere, el responsable de su deseo. Responsabilidad suele ser escuchada, sentida, como una palabra dura, seria, palabra de preceptor de colegio secundario. Escuchada en clave romántica quiere decir otra cosa, se refiere a la fuerza necesaria para bancarse querer lo que uno quiere y para enfrentar las dificultades que ese querer entraña. El responsable aquí no es entonces una persona seria y restringida, es lo contrario, una persona capaz de excitación, de juego, de crecimiento, de deseo, de amor y cercanía.
El romanticismo hoy empieza donde termina el ideal, el sueño. Está más bien ligado a una posición realista, que no pone a las riquezas en un más allá inalcanzable para dar pie al mérito de la imposibilidad, sino que quiere concretarse en vida bien vivida. Su centro: la intimidad, una percepción intensa y marcada de la intimidad específica. No cualquiera sirve. El romanticismo tiene que ver con la captación más radical de la diferencia, por lo tanto, con conocer al otro y con conocerse a sí mismo.
Este romanticismo no es un abandono semi inconsciente, estúpido, es la inteligencia de saber buscar el camino de algo que considera imprescindible. Este romanticismo es inteligente y capaz, no se expresa en signos universales (flores, bombones, joyas, regalos) sino en formas que tienen que ver con cada relación específica, y con una aventura compartida.
Si el romanticismo es difícil hoy lo es porque no sabemos pensarlo, porque no hemos actualizado su imagen y su sentido, y seguimos concibiéndolo de una forma que ya venció. Usamos, sin darnos cuenta, las imágenes del romanticismo de un tiempo que ya no existe, y no sabemos traducir esa forma antigua en una versión actual. Si hubiera que definir al romanticismo actual con una sola palabra creo que esta sería la de aventura. Y me refiero a la aventura de jugarse por lo que uno quiere, por la aventura de ser personas concretas que quieren crecer juntas y ser capaces de armar su felicidad en medio de un mundo que es difícil, sí, pero que no es percibido como un lugar desencantado del que hay que salvarse sino como un espacio lleno de posibilidades y riquezas, riquezas que se quiere compartir con alguien que para uno resulta valioso y especial.
Como solemos pensar el romántico como opuesto al sexual, creemos que el romántico es una especie de estúpido, un hombre capturado por el deseo posesivo de una mujer. No es así. El hombre no romántico, el que asume la posición cínica de reducir las relaciones posibles al campo del sexo, el que cree que la mejor posición es la de una “independencia” sin compromisos restrictivos, es un hombre incompleto y poco viril. Si creemos que el romanticismo es algo femenino es porque hay demasiado fútbol en nuestras vidas, demasiada mamá en el horizonte, para la que hay que seguir siendo un hombrecito solitario.
El romanticismo es hoy la posición más masculina, la que quiere tanto de su vida como para jugarse por una mujer, enfrentar las dificultades y lograr incluso el ámbito extraordinario de un hogar en el que el amor pueda desplegarse en hijos, hijos que serán la explosión del amor insinuado en la pareja, que la completará de una forma increíblemente plena y feliz. Romanticismo es no querer menos que ser feliz, y saber que esto no es posible sin una intimidad de alto valor."

miércoles, 14 de febrero de 2007

Silencio




Silencio es palabra de mi vocabulario. Habiendo trabajado la música, la he usado más que los hombres de otros oficios. Sé cómo puede especularse con el silencio; cómo se le mide y encuadra. Pero ahora, sentado en esta piedra, vivo el silencio; un silencio venido de tan lejos, espeso de tantos silencios, que en él cobraría la palabra un fragor de creación. Si yo dijera algo, si yo hablara a solas, como a menudo hago, me asustaría a mí mismo

Alejo Carpentier, Los pasos perdidos (1953)

(Porque en tu piel se encuentra todo aquello que perdí. Incluso las esperas vacías de lo que ya no nombro. Silencio. Hay polvo en mis labios. Cenizas. Pariendo el pasado para no bendecir más estas horas. El tiempo como el destiempo de la mirada que no escribe con sus ojos. Mis labios te tejen. Silencio. Mis manos se poblaron de ceniza. No hablar conmigo sino con el eco de mi voz que me parodia. Silencio. Tramarme en mis espacios como la gitana de Rousseau. Dormida frente al espanto. Silencio. Hay cuentos fantásticos que narran la tragedia de mis manos. No te busco. Apareces. Aparezco. La página de mis ojos. No mirarte porque mirarte sería morir. Sin espejos. No te busco. Mis manos se poblaron de ceniza. No hablo. Mis silencios parodian a la que fui.)

martes, 13 de febrero de 2007

Thelma and Louise




Siempre que podemos, empezamos por el principio. Es lo que más cuesta porque todo se percibe como proceso. Es inevitable. Estamos suspensos en el presente y la percepción del pasado sólo existe en función de ese presente. No hay forma de comprender el pasado que no sea mediante el cristal del presente, de ese hic et nunc inevitable. Hoy logré sacar el registro de conducir, luego de muchas peripecias que llevaron meses y meses de soportar diversas travesías: novio que enseñaba, novio que se volvió ex y ya no enseñó, padre que no sabe manejar pero que intentó enseñar aquello que no sabe, tío "testigo de Jehová" que también quería enseñar, varios bizarros instructores que terminaron contándome toda su existencia sin que yo lograra una opinión acertada o precisa de los distintos "casos" que me presentaban. Municipalidad, idiotas que se te ponen a hablar, idiotas "peronistas" (porque en Hurlingham son todos peronistas menos mi amiga chilena- por el solo hecho de ser chilena- y yo), trámites, señora oftalmóloga que casi no me da el pase al examen por mi "miopía" y, por úlitmo, el bendito examen: conos, ¡¡¡Conos!!! y tres pobres muchachos, antes de mi bendito turno, que se los comieron y aplastaron literalmente.



En fin, tengo el registro y hoy, por primera vez, me la llevé a Belén a ese espacio que se ve muy distinto desde un auto. No me animaba sola, lo confieso, y me la llevé como se lleva a un rehén. Esta vez, sin primos, sin padres, sin instructores, sin nada. Con una amiga que lo primero que hizo fue ponerse el cinturón de seguridad y descubrir antes que yo cómo se manejaba el stéreo nuevo que adquirió mi padre. Así partimos. Thelma y Louise pero al extremo, con puteadas varias y sin mexicanos.


Esa sensación de libertad es indescriptible. Y es verdad, no es el auto pero es tu yo haciéndose cargo de algo. Y los desplazamientos ilimitados y la adrenalina de los movimientos. Con Juan Gabriel como telón de fondo (es lo que había) partimos y supe que nada puede detener el impulso de hacerse cargo de uno mismo. Yo creí que no podría nunca sostener el camino pero, sin embargo, lo hice y lo camino y lo transito.



Y no es el auto pero es.



Porque hacerle frente a ese auto es haber domado el pasado y transformarlo en presente. Es haber cantado y liberado todo lo malo de ese pasado en ese "Dime cuándo tú, dime cuándo tú..." que yo cantaba mal mientras manejaba feliz. Es haberse restaurado y haber remado contra la corriente para seguir la propia corriente. Y es un proceso liberador y me alegra compartirlo con vos que estuviste siempre a mi lado. Como hacen las mejores amigas, estuviste ahí y me acompañaste, me ayudaste a destruir todos mis miedos y te subiste conmigo a la aventura. Y me apoyaste incondicionalmente.



Y no es el auto pero es.


domingo, 11 de febrero de 2007

Lorca y Buñuel

"(...) porque el sueño solo existe por el recuerdo que lo acaricia."
L.B



Un plesiosaurio dormía entre mis ojos mientras la música ardía en una lámpara y el paisaje sentía una pasión de Tristán e Iseo.

Tu cuerpo se ajustaba al mío como una mano se ajusta a lo que quiere ocultar.
Me mostrabas tus músculos de madera y los ramilletes de lujuria que podían hacerse con tus venas.
Se oía un galope de bisontes en celo entre nuestros pechos que temblaban como las hojas de un jardín.
Todos los diálogos de amor se parecen, todos tienen acordes delirantes, pero el pecho aplastado por una música de recuerdos seculares; luego viene la oración y el viento, el viento que teje sonidos en punta de una dulzura de sangre, de aullidos hechos carne; ¿qué anhelos, qué deseos de mares rotos convertidos en níquel o en un canto ecuménico de lo que pudo ser tragedia, nacerán, los pájaros de nuestras bocas juntas, mientras la muerte nos entra por los pies?

Como un puente de besos de piedra dio la una. Las dos volaron con las manos cruzadas sobre el pecho. Las tres se oían más lejanas que la muerte. Las cuatro ya temblaban de alba. Las cinco trazaban con compás el círculo transmisor del día.
A las seis se oyeron las cabrillas de los Alpes conducidas por los monjes al altar

*Pájaro de angustia, Luis Buñuel.


(En días como este odio los relojes y las plumas agitadas por el insomnio; odio los celulares y el control remoto; odio mis manos que no sirven para nada, que no llegan a escribir ese poema perfecto nunca. Después de ver, otra vez, Un perro andaluz, creo firmemente que nos alimentamos de sueños y que, quien no se alimenta de ellos, no está viviendo la vida que espera y desea, aunque crea vivirla. Y esos sueños necesitan de la libertad, una libertad omnisciente y segura, que nos permita realizarlos).

sábado, 10 de febrero de 2007

Sábado III


"Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel"
Jaime Gil de Biedma



Ayer discutíamos con un amigo el cuadro de Dalí que yo publiqué el miércoles pasado. Pensaba mi amigo en la soledad de la muchacha que mira por la ventana, desolada, mientras se digiere en su tristeza. Yo postulaba otra hipótesis, no menos acertada que la suya. Pienso que esa imagen de la muchacha en la ventana, por el contrario, representa ( es decir, trae in praesentia, vuelve a poner en escena, actualiza) la antitética posibilidad de la imposibilidad y la antitética imposibilidad de la posibilidad. Me explico: la frontera aparece explícita en la imagen central del cuadro que es la ventana. La ventana como marco obligado entre un afuera y un adentro. El afuera, como lo expandible, como la posibilidad abierta e infinita del mundo. La paz del mar y, ante todo, esa visualización de los barcos como tránsito hacia otros mundos (siempre los barcos son sinónimo de descubrimiento) indican lo perfectible, lo que se ansía y desea del "más allá". El adentro, como lo oscurecido, con la imagen de espaldas de la muchacha, el lugar de la imposibilidad, de lo ya conocido. No hay rostros visibles porque la mirada siempre está puesta en ese horizonte que es, en última instancia, el horizonte de expectativas de la muchacha que quiebra la línea de la frontera. La ventana como ese marco, entonces, que se deconstruye en el gesto operativo del no rostro. Se difumina la frontera, aunque no se resuelve, porque la mirada está atravesando y llegando al espacio abierto.



Pienso en el cuadro de Rembrandt y veo las diferencias notables. El rostro y ese no rostro que hace que el cuadro de Dalí sea lo más parecido a un enigma.



Yo tengo ese cuadro en mi estudio. Paso por el estudio y lo veo una y otra vez. Lo raro es que tengo cuadros más grandes pero la muchacha que mira por la ventana, en su marco pequeño, dándome su espalda, siempre me ha llamado la atención. Quizás porque no tolero esa indecisión. O se queda o se va. Tengo la sensación de que, muy pronto, como sucede en La rosa púrpura del Cairo, de Woody Allen, ella saldrá del cuadro y vendrá a parar a mi casa o, por el contrario, la perderé como en ese cuento de Marguerite Yourcenar, donde el personaje japonés de Chang Fo desaparece del cuadro mientras también va desapareciendo del cuento. Y, entonces, quedaría ese hueco vacío. Sólo el marco de una ventana que ya no se diferenciaría de la línea del horizonte. Esa indecisión me mata. Cuando trabajo, no puedo evitar mirar y ver si sigue ahí. Un día de estos, temo que intente cruzar el océano y muera ahogada. Pero será por su libertad. Eso también lo sé, aunque hace años que la veo allí y no se decide. Repito: su indecisión me mata. Y pienso en la hipótesis de que sea Ana María o Gala y en tener a Gala tomando un café conmigo. Y vuelvo a mirar mis tazas de café (todas distintas) y creo que debería comprar, al menos, dos iguales, no rajadas, para no pasar papelones.



Es por esto que, como dice un viejo refrán medieval, el hecho de que sea una ventana no significa que no sea una puerta. Quizás ese túnel sombrío, que mi amigo no quiere compartir conmigo, sea un túnel en tránsito porque, no lo olvidemos, un túnel siempre va hacia algún lado, el tema es ir proyectándose hacia la luz, lograr salir y continuar. Y ud. está en esa misma frontera, querido amigo, en la misma situación de la muchacha de Dalí. Y, aunque no pueda ver sus ojos, creo firmemente que su mirada está del lado del "más allá". Hoy ya es sábado y, como todo sábado, primero debo empezar por dormir un rato. Mañana me espera la muchacha en la ventana; deberé pasar de mi cuarto al estudio, tratando de no mirarla, por miedo, pero también por esa curiosidad que mató al gato y ahora puede matarme a mí.


Y espero que nunca tenga que decir, como Castel:


"Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne". ...

miércoles, 7 de febrero de 2007

Rapsodia en febrero...


Le he prestado nuestros lugares al aire
mientras espero que vuelvas
como Ulises
Pero no puedo evitar pensarte y recordarte
Entonces odio el aire
Y odio que me recorras cada noche en sueños y en cuerpos
Y odio temblar noches y cuerpos y espacios

Estoy rota de esta ausencia
que me despierta
inútil en la madrugada
Tejo la melancolía con mis ojos
y ni Penélope comprendería
este lenguaje sin manos
ahorcándome

Me visitan barcos y olas y verbos que no te conjugan
No vienes
Caes en mí como habitándome
Caes en mí como la lluvia
Inmigrante de mí
Te busco y bebo la distancia entre tu cuerpo y el mío

Al sur de mis ojos
Al sur
donde tus pasos me imaginan a escondidas del viento

Y existo
Cuando recuerdo los pájaros que anidan en tus manos
Pero me quemo en esta sed
Con sus cuervos y sus perros

Loca, sola de vos, huérfana de tu mirada
Mendigo tu nombre y tus abrazos
Mendigo tu voz perdida en la montaña

He fundado las ciudades más hermosas en tu pecho
He acampado mis palabras en tu espalda infinita
Y recorro en noches como ésta toda tu geografía
de memoria
Pero no me alcanza

Tu ausencia despierta los gritos que no callo.


(Sabía que te extrañaría. Sí. Lo sabía. Lo que no me imaginaba era cuánto y cuán inevitable sería)

*Muchacha en la ventana. Salvador Dalí.

domingo, 4 de febrero de 2007


« Les femmes d’aujourd’hui sont en train de détrôner le mythe de la féminité ; elles commencent à affirmer concrètement leur indépendance ; mais ce n’est pas sans peine qu’elles réussissent à vivre intégralement de leur condition d’être humain. »
Simone de Beauvoir. Le Deuxième Sexe (Formation, Introduction)

1. Das varios golpes.


2. Te sentás a pensar dos minutos. No más de dos minutos porque podrías olvidar esa bronca necesaria para renacer.


3. Volvés a ver qué haría Samantha y qué no haría Charlotte. Pero, ante todo, pensáte única. Allí está la clave. Decía Pasolini (La rabbia, 1963) que "el mundo te ha enseñado que tu belleza es distinta a la suya. Y tu belleza, superviviente del mundo antiguo, requerida por el mundo futuro, poseída por el mundo presente, distinta a un mal mortal". Renacer. Renacerte. Como un sol, pariendo espejos diminutos. Renacerte con dolor. Porque todo yo se asume con el dolor del parto necesario.

4. Agarrás la mochila, la llenás de cosas inútiles pero conservás lo útil: uno o dos libros, música y el cuadernito.


5. Te mandás a mudar. Lejos. Al mar. Lejos. Y te vas en tren porque es mejor el tránsito congestionado de las vías y hablás con desconocidos porque suelen dar los mejores consejos.


6. En las orillas, mientras mirás al bañero (que es un idiota pero está para eso: para ser mirado, no como una obra de arte sino como lo bizarro en un marco doblemente bizarro que resalta sólo por su sillita en las alturas), pensás qué querés de aquí en más. Mirá bien a tu alrededor. La gente que toma mate, las familias que se putean, los pendejos caprichosos, la arena. Las pendejas chetas que no pueden articular dos palabras, con su bronceador de zanahoria y sus novios atragantados de músculos, la música del verano, la arena. El puto e inútil pilates, gh 07, los viejos verdes re verdes que te miran el orto, los boludos de siempre que hacen aerobics en la playa, la arena. Miráte vos. La arena.


7. Y reflexionás acerca de lo que sos. Asegurás tu libertad, tu independencia, tu autonomía, tu capacidad de ser un yo ante todo.


8. Luego, le reclamás al mar la fuerza que te falta. Y el mar te la dará porque siempre lo da todo, todo lo entrega a las orillas, a tus orillas.


9. Esperás a que anochezca y te mirás en el reflejo del agua.


10. Te descubrís, inesperadamente... y esa sensación es maravillosa. Y esa sensación da felicidad como nada en el mundo. Y, desde ese momento, la capacidad de ser sujeto, de tener una subjetividad única, es lo más grandioso del mundo. Repetíte Ego sum, ante todo. Y sentílo y grabátelo para que nunca más nadie se atreva a anularte como mujer pero, ante todo, como ser único e irrepetible... y humano.

Este es mi consejo.
Estoy. Estoy. Estoy.

Sms desde el Sur


Everyone smiles as you drift past the flowers, that grow so incredibly high.
Con la mirada en caleidoscopio...
y flotando.
( ¿Te imaginás cuán feliz me hiciste hoy a las 10.33 am a pesar de haberme despertado? )

sábado, 3 de febrero de 2007

Sábado II


Puse la cafetera (siempre con la duda de no poder calcular bien las tazas que quiero obtener), esperé mientras te miraba de reojo y acomodaba las galletitas en el plato blanco que odiás. Como siempre que es sábado, nos perdemos ambos en diálogos incoherentes. Debe ser el día, ese blanco paginal que nos envuelve y nos desespera. Porque el domingo es la muerte, sin duda; es el día del descanso, de las lecturas tranquilas y, próximamente, de las correcciones y planificaciones de clases. Pero el sábado es la intuición, el saber que el día, por lo menos en vacaciones, es absolutamente nuestro (si, te tenía abandonado). Mate en la plaza, lecturas en el balcón, caminatas reflexivas y ver qué se hará por la noche.
Pero el sábado a la mañana, la ansiedad, la desesperación. No sé si continuar con Bachelard, no tengo ideas para la ponencia, se me acaban las palabras. Pero vos alentás, continuás a mi lado, como hacen los mejores amigos. Te me acercás y leés Orbes des mots, murmurante mémoire de la Poética de la ensoñación, que yo acabo de abandonar, resignada. La memoria, me digo, y creo que en esos lugares de la memoria está la clave. Seguir indagando en Juan Benet, muchas veces, te deja sin palabras. Cartografías que señalan lo que la guerra, como hecho inexcusable, divide, parte al medio. Los dos planos geográficos, bien delimitados, están en Herrumbrosas lanzas y esa delimitación se corresponde con una marca ideológica que ya aparecía en Qué fue la guerra civil. A la derecha, mediante una frontera precisa, los nacionales y Macerta. A la izquierda, Región, como esa resistencia moral y poética que debe enseñarle al mundo otro lenguaje. La poiesis como esa razón de ser, como la construcción posible de otro mundo. Mazón, Eugenio, como esa metáfora de la lanza. Los tropos, no como adornos del lenguaje, sino como procesos denominativos necesarios e intrínsecos al funcionamiento del lenguaje. Personaje que avanza sin medir las consecuencias; personaje que lo entrega todo. Pero ahí también la hipótesis central respecto de la memoria de la historia. ¿Qué recordar? o ¿Por qué y para qué recordar?

El problema para España es que no se ha cerrado esa etapa. No ha habido, jurídicamente, ningún avance en la resolución de esos muertos que siguen apareciendo aún hoy. Nosotros tuvimos, al menos, un Nunca más. Pero en España, la ley del silencio pudo más. Estoy pensando en estos problemas de la memoria y en lo que recordamos y lo que olvidamos. Pienso que, a veces, olvidar se hace necesario para poder seguir, para avanzar. Pero, para la configuración de este problema en España, el personaje de Mazón nunca olvida. Lleva el recuerdo de la prehistoria (su infancia, su madre, el recuerdo de su hogar- esa concha de la que habla Bachelard-.) y me pregunto acerca del dolor del recuerdo. En La escritura o la vida, Semprún habla de la imposibilidad de hablar. Lo indecible del recuerdo, el trauma y la cura de la escritura. Cuando no se puede vivir, una forma de vivir es la escritura. Por allí se empieza. Y creo que la literatura de los ochenta en España busca escribir el trauma para vivir(se), para renacer(se), para curar(se). Como señala Juan Benet, "todo fracaso concluye en un combate por la razón". Y la de la justicia es una razón más que suficiente.
Les dejo un fragmento de España, aparta mi este caliz, de César Vallejo.


(...) Al fin de la batalla, vino el combatiente,
vino hacia él un hombre y le dijo
"No mueras, te amo tanto!"

Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo...
Le rodearon millones de individuos, con un ruego en común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo...

"Y a esa España que quedó les advierte:"¡Cuídate, España, de tu propia España!...
Cuídate de la victima a pesar suyo, del verdugo a pesar suyo y del indiferente a pesar suyo!...¡Cuídate de los nuevos poderosos!" (...)